REVELACIONES

Hace años, antes de que todo el mundo tuviera movil, TDT, wifi y demás tecnologías, las cámaras de fotos eran más grandes y dentro tenían un rollo de película que una vez acabado había que llevar a revelar, además, sorprendentemente, no sabías como era la foto hasta varios días y en ocasiones meses después de haberlas tomado. A veces, al revelarlas encontrabas la cara de un ex novio del que ya casi ni te acordabas, rememorabas con cariño tus vacaciones de verano en pleno febrero o mirabas con horror las pruebas de que usaste el mismo vestido dos nocheviejas seguidas (y que en la primera de ellas te quedaba infinitamente mejor).

En esos tiempos de misterio en los descubrías demasiado tarde que el carrete estaba mal puesto y que no había salido ninguna foto (ooooh! ni una sola foto de ese tío bueno, nadie va a creer tu historia) y en los que había que esperar para ver que en todas las fotos del viaje salías con la boca abierta y/o mirando a otro lado (o medio bizco, o despeinado, o hablando o poniendo posturas poco favorecedoras o....); la gente llevaba sus rollos a las tiendas de revelado. En la puerta solía haber un cartel que decía: REVELE AQUÍ SU ROLLO.

(Nota: toda esta introducción va especialmente dirigida a aquellos lectores que nacieron después de las olimpiadas de Barcelona y que, por tanto, jamás tuvieron que revelar nada).

Yo estoy convencida que ha sido por mi afición a la fotografía, por las cientos de visitas a esas tiendas, por el ansia con el que miraba las cámaras reflex, por todo eso yo también tengo escrito en la frente: revele aquí su rollo.

Y si no... ¿Como se explica que un tío que te acaba de conocer y con el que no tienes ninguna confianza te diga que ha presentado una gala de carnaval gay, yendo él mismo travestido, que vive con un hombre y que además es bisexual?